Ana Carla Fonseca es una experta brasilera en economía y ciudades creativas. Recientemente, esta estudiosa del fenómeno de lo creativo como capital propulsor del activismo ciudadano, fue parte de los invitados del II Encuentro Internacional de Investigación en Artes de la Universidad de las Artes (UArtes)
Más de quince años en el ejercicio de investigar y vivenciar el nuevo paradigma económico que señala a «la capacidad humana como el activo más importante para generar diferenciación y valor añadido» en desarrollo sostenible, acreditan a Ana Carla Fonseca para reflexionar sobre ciudades creativas. De allí la iniciativa de la organización de las jornadas de ILIA 2017 (Universidad de las Artes) para invitarla como expositora, a fin de intercambiar sobre esta tendencia global junto a académicos, creadores y estudiantes, buscando vincularla al devenir urbanístico y de convivencia de la llamada Perla del Pacífico. Con ella sostuvimos un diálogo de repaso a su exposición y arriesgamos algunas ideas retadoras para un Guayaquil inclusivo.
A la palabra ‘creativo’, más que como un adjetivo irreductible —que opera como camisa de fuerza, al igual que otros como ‘inteligente’, ‘verde’, ‘innovador’—, Fonseca prefiere emplearla a manera de «brújula para buscar otras posibilidades que correspondan más a nuestros contextos», en referencia a América Latina. En ese sentido, aclara que cuando se habla de «ciudades creativas», se refiere a aquellos procesos transformadores impulsados desde y por los habitantes de esas urbes. He aquí lo que diferencia esta práctica colectiva de un mero ejercicio de marketing publicitario para atraer turistas a la ciudad, como ha sucedido con algunas narrativas globales importadas sin beneficio real para sus moradores (megaevento + urbanismo + turismo). No en balde, este es uno de los aspectos que Fonseca profundizó como capítulo de su tesis doctoral en urbanismo en la Universidad de Sao Paulo (Brasil) y en el estudio del fenómeno en la última década junto a otros expertos de naciones tan disímiles como Taiwán, Noruega, Sudáfrica o México, que experimentaban movidas ciudadanas auténticas e innovadoras. «Si todo queda en comunicar un eslogan, nada importa; para hacer efectivo el cambio, ha de producirse desde dentro hacia afuera. Hablamos de un proceso de transformación urbana que por default debe producirse con la participación ciudadana y mediante una política pública que lo haga sostenible».
La también asesora de Naciones Unidas destaca tres elementos que hacen posible la ciudad creativa: 1) la innovación —tecnológica y social—; 2) la conexión —entre zonas de la ciudad, entre actores sociales y públicos distintos, entre pasado y futuro—, y 3) la cultura, concebida más allá de las artes tradicionales, incorporando las expresiones auténticas que singularizan a cada entidad. Son tres elementos motorizados por tres actores clave del proceso: sociedad civil, sector público y empresariado. Y, si bien es uno de ellos el que pudiera catalizar el cambio (una iniciativa ciudadana, una política pública, un proyecto privado) es la convergencia de los tres la que cristalizará la creatividad de una urbe. «Para que la ciudad se transforme, hay que creer en la autotransformación, y ello pasa por fortalecer la autoestima de sus ciudadanos», explica Fonseca.
Malecón, una herida
La autovaloración del ciudadano es siempre un aspecto vital en sus exploraciones previas a planificar proyectos de innovación en ciudades. Recuerda, por ejemplo, el caso del balneario Paraty (EcoFestival) y Sao Paulo (Sampa Criativa), ciudades brasileras en las que un equipo de profesionales impulsó experiencias que partieron de la consulta a moradores: ¿qué querían para su ciudad? y ¿qué harían por ella?
Esas mismas inquietudes emergen en la respuesta de Ana Carla Fonseca ante nuestra invitación de hacer un ejercicio de visualización creativa para Guayaquil. Y, advirtiendo que apenas contaba con 36 horas de intercambio con los guayaquileños y su ciudad, aceptó el desafío.
Identifica lo acontecido en el malecón principal de Guayaquil, otrora llamado Simón Bolívar, Calle de la Orilla o Paseo de las Colonias, como una «herida abierta» para la ciudad causada por el proceso modernizador al que fue sometido, al principio de este nuevo milenio. «Haber pasado de ser un espacio público y de encuentro, legado patrimonial de distintas colonias de inmigrantes (española, Italiana, china, árabe), a otro privatizado y con restricciones, marcó a la memoria del ciudadano y encierra una gran carga simbólica», remarca Fonseca. Es lo que ella denomina el ‘mapeo afectivo’, desde las vivencias de sus moradores.
Para Fonseca, la contrapartida al Malecón 2000 sería un ‘Fuera del Malecón’ (Off Malecón) donde «la gente pudiera sentarse en la grama, sacarse la remera porque siente calor, abrazarse, patinar y conducir bicicletas (en rutas identificadas), toda una movida para que los ciudadanos de Guayaquil se reencuentren. Pero para tener convergencia hay primero que tener muy claro cuáles son los puntos de distancia», dice, refiriéndose a las posturas y diferencias de los sectores que han de participar en la iniciativa.
Y, arriesgando un poco más, la también investigadora de la Fundación Getulio Vargas, de Brasil, recuerda lo apuntado previamente durante su ponencia en el Encuentro ILIA, el rol activo al que están llamados los artistas en la dinamización de ideas como esta, más cuando se trata de servidores públicos, comprometidos con la acción social.
«Cada uno de nosotros, como actor de cambio, debe extender su mirada más allá de su ámbito y de su límite; para ello propondría temáticas arriesgadas: por ejemplo un seminario de startups culturales (emprendimientos), y si bien algunos les hará temblar los cimientos de su pensamiento, otros dirán “¿por qué no?”. Se trata de proponer temas muy controversiales de propósitos, para así reconectar a la ciudad. Es dejar de lado los puntos polémicos para escuchar al otro. En nuestros países latinoamericanos sufrimos de grandes polarizaciones y nadie tiene el monopolio de la virtud. Es imperioso encontrar un punto medio», reafirma con la experiencia que le ha brindado el intercambio y la vivencia en una treintena de países de los cuatro continentes.
Ana Carla Fonseca
Trabajó durante quince años como alta ejecutiva de marketing de multinacionales. Fue consultora especial de la ONU para la economía creativa, docente de posgrado en las universidades de São Paulo y Río de Janeiro. Es conferenciante internacional en economía de la cultura, economía creativa y en cultura y desarrollo, y socia-fundadora de la Garimpo de Soluções (economía, cultura & desarrollo www.garimpodesolucoes.com.br), empresa que desarrolla programas asociados a la inteligencia creativa aplicada a la urbe y políticas culturales para los sectores público, privado e instituciones sin fines de lucro. El más reciente es OpenCityLab.com.br, una plataforma para la articulación de emprendimientos brasileros de impacto urbano positivo, asociados a ordenanzas, vivienda, infraestructura, patrimonio, paisajismos.
Tendencias 2050
Para el año 2050, Ecuador habrá incrementado a un 75% su población urbana, lo que representa un desafío para formar sus talentos:
En la era digital, las actividades sin valor añadido (ausentes de creatividad), colmarán la cotidianidad.
La industria creativa, especialmente en artes escénicas, visuales y musicales, será menos vulnerable a la automatización en las economías emergentes.
La creatividad forma parte, junto a la flexibilidad cognitiva, visualización y razonamiento matemático, de las aptitudes epistemológicas a cultivar en el profesional del futuro.
Fuente: TheRiskReport 2017 | Banco Mundial y Análisis de Ana Paula Fonseca